La energía de la mezcla entre la cultura africana y española emana de la rumba, una manifestación musical y danzaria con características muy propias en Cuba, donde alcanzó popularidad en los inicios del pasado siglo XX. Por ser un símbolo de esta tierra, las autoridades cubanas la declararon esta semana Patrimonio Cultural de la Nación.
Por vez primera en el país, un complejo de toques, cantos, bailes y pantomima, alcanza tal condición, informaron a la prensa local representantes del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
“La rumba forma parte indisoluble de la esencia misma de nuestra identidad y si se viene a ver no hace falta que alguien recuerde sus sobradísimos valores patrimoniales”, expresó Miguel Barnet, presidente de la Uneac, con motivo del anuncio de la certificación, ocurrido el 15 de febrero.
Además, destacó que este hecho constituye un reconocimiento a las grandes personalidades que cultivaron y aún cultivan este arte, de arraigo popular. Por ello, Amado Dedeu, Justo Pelladito y Eloy Machado (El Ambia), rumberos que representan a varias generaciones artísticas, celebraron el reconocimiento oficial del aporte cultural de este grupo de manifestaciones artísticas.
Las ciudades de La Habana y Matanzas, a 98 kilómetros de la capital, constituyen las cunas de este complejo, integrado por tres variantes principales: el guaguancó -de carácter más urbano-, la columbia y el yambú.
Estos géneros musicales, con sus formas de baile, nacieron durante el colonialismo español, a partir de la creatividad y tradición, sobre todo, de las personas afrodescendientes libres. Sus ámbitos principales de evolución fueron las plantaciones cañeras, fundamentalmente de Matanzas, y los barrios periféricos habaneros.
Eminentemente africana, la herencia española en la rumba está dada solo por el lalaleo, llorao o diana, una técnica relacionada con el canto andaluz y que le permite al intérprete levantar la voz durante la canción, según especialistas.
Sus danzas tienen popularidad entre las generaciones actuales y varias ciudades cuentan con espacios asiduos para quienes gustan de bailar al ritmo de las tumbadoras (tambor típico de Cuba, que se puede afinar), como el patio de la sede de la Uneac y el proyecto cultural Callejón de Hammel, ambos en La Habana.
Mujeres y hombres de la isla caribeña dejaron su huella en la tradición rumbera. Entre ellos, destacan Andrea Baró, Justa Chumbele, María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Rosa Carmina, Amelita Vargas, Ana Gloria Varona, Celestino Domenech, José Rosario Oviedo (Malanga), Esteban Lantrí (Saldiguera), José Luciano (Chano) Pozo e Ignacio Piñeiro.
En la actualidad, llevan a todas las latitudes su arte agrupaciones rumberas y personalidades como los Muñequitos de Matanzas, Los Papines, Yoruba Andabo, Clave y Guaguancó, Grupo Afrocuba de Matanzas, Tata Güines y Pello el Afrokán, entre otras. (2012)
(Tomado de IPS)
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