En la mañana de ayer 23 de enero, falleció el repentista cubano Adolfo Alfonso Fernández, víctima de una afección cardiorrespiratoria. Su cadáver fue expuesto en la Funeraria de Calzada y K, de donde partio el sepelio a las 4:00 p.m., informó el Instituto Cubano de la Música.
Adolfo Alfonso contaba al morir con 87 años de edad, es Premio Nacional de Música 2004 y posee la máxima condecoración que otorga el Consejo de Estado, la Orden Félix Varela de 1er grado y la Distinción por la Cultura Nacional.
Nació el 8 de julio de 1924 en Melena del Sur. Era muy pequeño cuando su familia se trasladó a Güines, ambas localidades de la Provincia La Habana (actual Mayabeque), y cuando tenía ocho años, para la capital del país. Allí comenzó a trabajar en la radio.
Adolfo Alfonso nació para la música. A los catorce años ya cantaba los tangos de moda y, como él mismo aseguró, «parece que no lo hacía mal, porque la gente me aplaudía». A los dieciséis, sin embargo, cambió radicalmente de género musical cuando escuchó una controversia entre Angelito Valiente y el Indio Naborí. A través de su existencia tuvo que realizar disímiles labores antes de consagrarse como artista, pero descubrió que su verdadera vocación estaba relacionada con la décima, la guajira y el son montuno.
Fue en 1939, en la emisora CMBF, cuando Adolfo comenzó oficialmente su carrera como decimista. «Logré llegar a la radio gracias fundamentalmente a la suerte. Conocía algunas personas que ya estaban vinculadas a algunas emisoras y ellas me ayudaron. Desde la primera presentación tuve aceptación y me quedé trabajando en un programa encaminado a complacer las peticiones de los oyentes».
Sin lugar a dudas, la suerte continuó acompañándolo cuando poco tiempo después pasó a trabajar en la emisora Mil Diez, en un programa auspiciado por la firma cigarrera Partagás y dirigido por Justo Vega.
Además de la CMBF radio y la Mil Diez, Adolfo trabajó igualmente en CMQ y en Unión Radio. «Tuve la oportunidad de trabajar en varias emisoras, incluso, en distintos programas a la vez».
Igual dicha le acompañaría en la televisión, donde en el programa El Guateque de Apolunio, transmitido por Telemando canal 2, tuvo el privilegio de compartir el set por poco más de un año con Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí. En ese programa, el Indio hacía el papel de Liborito y Adolfo hacía el de Manengue. Con esos personajes hacían fuertes críticas a la dictadura de Batista. Decían cosas tan atrevidas en aquellos momentos que un buen día llegaron allí y se encontraron con que la policía los estaba buscando a todos. Por supuesto, ya habían clausurado el programa.
Adolfo Alfonso fue fundador del programa Palmas y Cañas (1962), en el cual estuvo más 25 años de pareja con Justo Vega.
Por el modo peculiar de interpretar la música campesina, por su jocosidad y nivel de improvisación al participar en una controversia, Adolfo Alfonso ha alcanzado la simpatía y el respeto no sólo de los cubanos, sino también de públicos de diferentes partes del mundo. Por su meritoria labor ha recibido varias condecoraciones, entre ellas la medalla Antero Regalado, otorgada por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, y la Raúl Gómez García.
De Adolfo Alfonso se asegura que es un decimista nato y neto. Pero él mismo afirmó que todo cuanto había logrado en este género de la música cubana se lo debe a su pareja artística y entrañable amigo Justo Vega. «Justo no ayudó a mi formación, más que eso, fue mi maestro en todos los sentidos de la vida. Me enseñó todo cuanto sé ahora. De este gran poeta guardo un recuerdo tan infinito. Considero que fue un hombre excelentísimo en toda la extensión de la palabra. Además de un poeta magnífico, un poeta muy dedicado a su trabajo, fue una persona con un talento y una personalidad increíble. La presencia de Justo Vega en cualquier lugar donde trabajara era símbolo de admiración, de cariño y de respeto. Extraño a Justo como se puede extrañar a un padre, a un hermano o a un hijo. Porque todas esas cosas reunidas era Justo Vega para mí».
Adolfo Alfonso Fernández, excelente repentista, maestro de tantos poetas de este «arte mágico del viento», demuestra su alta calidad con estos versos improvisados:
La décima siempre ha sido
latir de mi corazón,
casi la resurrección
para mi pecho dormido:
es mi profundo latido
como lo es en Naborí.
La décima para mí,
haciendo una breve suma,
es como lo fue la pluma
para el Apóstol Martí.
(Con información de Juventud Rebelde)
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