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Escrito por Ekaterina Rivera Zvezdina | |
Una algarabía acentuada inunda las pobladas calles santiagueras, que reciben la visita de reconocidos músicos de otras partes del país y del mundo, además de las agrupaciones, tríos, dúos y personajes populares que tradicionalmente la ambientan. En la Casa de la Trova, santuario de los juglares cubanos, de pronto el reconocido pianista Frank Fernández se anima a cantar los más bellos exponentes de la canción cubana, junto a quienes deleitan cada día con sus voces añejadas. La calle Heredia es testigo del estrechón de manos entre los trovadores Eliades Ochoa y Alejandro Almenares; y de los tangos interpretados por el joven argentino Fernando Pecchia y su guitarra. El órgano oriental ambienta un céntrico parque, como una caja de música antigua, con danzones y guarachas. Nacido aquí, el son -en sus expresiones más puras- sorprende a los visitantes por su sabrosura, picaresca y definición de la identidad cubana. Los santiagueros disfrutan y se acostumbran a los nuevos monumentos que ambientan la urbe: un tresero que toca ese instrumento Patrimonio Cultural de la Nación, y a la primera efigie de don Miguel Matamoros, quien internacionalizó la música cubana. Durante el “Cubadisco”, el pueblo se torna más alegre y hospitalario; la ciudad exalta el orgullo por su identidad mestiza y por su heterogénea herencia musical; nadie escapa del calor humano y atmosférico. » Comentarios enviados |
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