Balanchine, algunos recuerdos (+ Fotos)
Entre los grandes coreógrafos con quienes trabajé en los Estados Unidos, en el American Ballet Theatre -Fokin, Massine, Tudor y Agnes de Mille, entre otros- , y que contribuyeron en mayor o menor medida a mi desarrollo artístico, George Balanchine ocupa uno de los primeros lugares.
En los inicios de mi carrera en aquel país, lo tuve como profesor en la School of American Ballet; y luego, ya en el Ballet Theatre, trabajé directamente con él en varias de sus coreografías.
Tema y variaciones es mi más rica experiencia con el coreógrafo, pues Balanchine concibió este ballet especialmente para Igor Youskevitch y para mí, y con nosotros lo montó, como se dice, a nuestra imagen y semejanza. Ha sido Tema y variaciones una obra significativa en mi carrera, y desde su estreno constituyó un enorme éxito tanto para el coreógrafo como para nosotros.
En nuestros días, la obra se sigue considerando en el grupo de las más importantes creadas por él, y se mantiene en el repertorio de numerosas compañías del mundo, incluyendo el Ballet Nacional de Cuba. Fue el 26 de noviembre de 1947 cuando estrenamos esa coreografía en el City Center de Nueva York. Por entonces llevaba varios años en el Ballet Theatre, compañía con la que había realizado, un año antes, mi primera gira a Inglaterra.
En cuanto a Balanchine, ya tenía la experiencia de trabajar con el Waltz Academy y Apolo, siempre con el Ballet Theatre. Recuerdo las polémicas de entonces en los Estados Unidos, entre los partidarios de los ballets psicológicos o dramáticos -a la manera de Tudor y Agnes de Mille- y la tendencia representada brillantemente por Balanchine, para quien la forma y la música eran la razón suficiente, el objetivo y el punto de partida.
Algunos le hacían críticas por no crear ballets con historia, con argumento, a lo cual el ripostaba furioso: -”Yo hago ballets para bailar, no para sufrir: Para eso último, voy al teatro dramático, al teatro hablado”.
En verdad, su posición no era tan cerrada como pudiera parecer, pues en algunas ocasiones intentó obras de ese tipo, aunque nunca logró con ellas el éxito de sus creaciones abstractas o sin argumento.
Recuerdo al Maestro como una persona muy especial. Hablaba en un tono bajo, decía las cosas suavemente, pero tenía una mente muy rápida haciendo coreografías. Por eso había que estar siempre muy atenta. No le podía quitar los ojos de encima, ni dejarlo de oír un momento.
Muchas veces dirigía el ensayo con la partitura en la mano, y la iba leyendo para cuidar hasta los más pequeños detalles de la música. Era una persona encantadora… No obstante, entre las bailarinas opinábamos que era “un criminal”. ¿Por qué? Pues porque le encantaba cocinar, y lo hacia muy, pero muy bien. Pero ¿de que valía esto, si ninguna podía comer?. El mismo fue el que empezó con la costumbre de que la bailarina debía ser tan delgadita como una espiga.
Fue él quien estableció esa moda en el mundo de la danza. En realidad, yo pienso que para eso se inspiro en la nueva línea de su época. Cuando me preguntan: el ambiente, la atmósfera, lo que nos rodea, ¿Influye en la danza? ¿Influye en el ballet?, respondo: pues sí, mucho, mucho.
Piernas rectas, subiendo hacia el cielo
La línea de la arquitectura moderna de los Estados Unidos, los edificios, las casas, todo recto, subiendo, hacia arriba. Eso se traduce en la bailarina que concibió Balanchine, con piernas largas, rectas, también hacia arriba. Era lo que conformaba su estética, lo que le gustaba, e inconscientemente seguía la línea del ambiente, lo que también se expresaba en la “simpleza” del movimiento, estrictamente limpio y muy académico.
Con Balanchine no se podía bailar un ballet a la manera en que los bailarines estábamos acostumbrados, sino que teníamos que ir mas bien a interpretar una música, y no por su melodía, sino fundamentalmente por el ritmo. No obstante las dificultades, yo disfrutaba mucho de sus coreografías: me llamaba la atención el hecho de que, musicalmente, mantenía un ritmo y luego jugaba con él gracias a una imaginación que parecía no tener límites.
En cuanto a la creación para nosotros de Tema y variaciones, se presentaba la circunstancia de dos bailarines ya hechos, de personalidades fuertes y definidas, enfrentando el tremendo poder artístico de Balanchine, que quería otra cosa: ante todo, la personalidad de su coreografía, es decir, su personalidad.
Como coreógrafo, lo importante para este maestro estaba en la métrica, el fraseo, las texturas de la música. Balanchine, eso se sabe, era tremendamente musical, y debo decir que ese aspecto fue algo importante que pude aprender de él: captar e interpretar los más mínimos detalles de la música fundidos en la línea y en el movimiento.
Recuerdo que fue Balanchine quien me hizo consciente de una característica de mi baile, que yo poseía instintivamente, sin darme cuenta. Un día, luego de verme bailar el segundo acto de El lago de los cisnes, me comento: -”Usted, sus brazos, bailan la melodía más que el ritmo”. Youskevitch y yo tuvimos la experiencia de que el maestro nos ensayara personalmente ese segundo acto.
De esos ensayos no se me ha olvidado un detalle: la exigencia de que en el dúo clásico el bailarín no le estrujara el tutú a la bailarina. Esto quiere decir que, durante el baile, hay que cuidar de una manera técnica el vestuario y, en general, expresa la atención extrema que debe tener el partenaire con la bailarina.
En Tema y variaciones, Igor y yo desarrollamos un arduo y apasionante trabajo. Ambos ya veníamos logrando nuestra particular concepción del baile de pareja, con un sentido eminentemente expresivo, de diálogo, muy cálido y personal, bastante alejado de las maneras habituales establecidas por Balanchine.
Por eso fue inevitable que, en la ejecución de la nueva coreografía, tratáramos de interpretar un poco a nuestra manera, dentro de lo que permitiera la enorme demanda técnica. Dar un sentido de bailar la melodía, expresar una sensibilidad, seguir un tema, lograr una humanización, en fin, hacer un dúo entre un hombre y una mujer.
Como era de esperar, Balanchine lo notó; sin embargo, no nos lo criticó; se quedaba mirando lo que hacíamos, pensativo, pero lo respetó. Solo nos dijo:-”No es exactamente lo que les pido, pero me gusta”.
La variación que Balanchine creo para Youskevitch, tan justamente celebrada por la crítica, tuvo su evolución durante el trabajo de montaje. Inicialmente, recuerdo que le compuso una variación muy “par terre”, técnicamente sencilla, basada en posiciones y el juego de distintos ángulos en la línea corporal. Oyó que Youskevitch no estaba de acuerdo con la variación, pues consideraba que tenía poca técnica.
Aceptó el reto y le dijo: -”Pues bien, vamos a hacer una variación sobre la base de tres temas coreográficos brillantes”. Y resultó lo que quizá sea la variación de mayor virtuosismo entre las creadas por Balanchine para hombre.
Un juego diabólico entre la técnica y la música
En cuanto a mi baile personal, tengo el recuerdo de intensas jornadas. Balanchine tomaba musicalmente un tiempo de a cuatro, por ejemplo, y me pedía bailarlo a cinco, y eso era algo enloquecedor, porque yo sentía un compás detrás de mí mientras giraba. Pero establecía un tipo de fraseo en el cual uno, de todas formas, “empataba” al final, terminaba a tiempo.
Esto es una prueba física y mental para el bailarín. Es un juego diabólico entre la técnica y la música, típico de Balanchine. En Tema y variaciones se pasó todo el tiempo, además, retándome, estableciendo una especie de lucha entre mi fuerza técnica y la coreografía.
Así me decía: -”¿Podría hacer ahora un entrechat-sixes. Y yo contestaba:-Lo haré. Entonces agregaba: -¿Podría hacer ahora un pas de chat en tournant?” Y yo: -”!Si usted quiere, lo haré!” Y así continuaba atormentándome, agregando nuevos pasos, nuevas dificultades, para ver cuando yo iba a decir: -”No, no puedo”. Pero nunca cedí.
Por eso la versión de Tema y variaciones, tal como se estrenó, era técnica y musicalmente muy, muy difícil. Cuando otras bailarinas hicieron luego el papel, algunas que eran mis amigas -entre ellas María Tallchief, que fue esposa de Balanchine- me decían: -”Pero Alicia, ¿cómo tu permitiste que pusiera esto, o esto? Ahora nosotras tenemos dificultades” Y yo contestaba: -”Bueno, eso lo puso Balanchine…”.
Otra cosa que no puedo olvidar es que, con Tema y variaciones, Balanchine hizo su debut como director de orquesta; y aparte del acontecimiento que ello significó, nos acordamos siempre de ese detalle porque los tiempos musicales fueron endemoniadamente rápidos. !Todos quedamos sin aliento!
No tuve ocasión de encontrarme como Balanchine en los últimos años de su vida, pero algunas veces recibí sus mensajes. Recuerdo, por ejemplo, que en 1976, cuando estuve actuando en el Metropolitan Opera House como artista invitada del American Ballet Theatre, bailando Carmen, me atendía como fisioterapeuta un ex bailarín amigo, Bill Weslow.
Balanchine también se trataba en ese momento con Billy, y me mando con el este mensaje: -”Dígale a Alicia que han pasado los años y todavía nadie me ha podido bailar Tema y variaciones como ella”. Le agradezco al gran maestro ese juicio, y ese recuerdo.
(Servicio Especial de Prensa Latina)
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