La
Habana (PL) La coalición guerrillera Seleka, de República
Centroafricana, echó del poder en poco tiempo al presidente, Francois
Bozizé, quien se refugió en Camerún, mientras su familia y colaboradores
lo hicieron en la República Democrática del Congo.
Concluyó así, al menos, la parte más perceptible de un conflicto armado
caracterizado por los vaivenes en el teatro de operaciones militares y
las indefiniciones respecto a cómo obrar para mantener la conducción del
país, rico en oro, uranio y diamantes, pero ubicado entre los 10 más
pobres del mundo.
De todas formas, sólo finalizó una parte de la
trama, pues falta por definirse la capacidad de gestión del nuevo
poder, cuyos líderes ya fueron censurados por la Unión Africana (UA) y
por el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, y en cuya trayectoria
se teme que caigan en excesos y actos criminales contra la población
civil.
En lengua Sango, Seleka significa alianza o unión y fue
integrada el año pasado por cuatro organizaciones guerrilleras que
habían firmado acuerdos de paz con la administración de Bozizé y que se
quejaban por sus incumplimientos, entre otros la admisión de
exguerrilleros en el ejército.
Ese movimiento, formado en agosto
de 2012 por facciones de la Unión de Fuerzas Democráticas para la
Integración (UFDR), la Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz
(CPJP) y el Frente Democrático de los Pueblos de África Central (FDPC),
entre otros, reúne en conjunto a unos tres mil efectivos.
Medios de prensa recordaron que esa agrupación rechazó negociar con
Bozizé, pero los rebeldes no descartaron hacerlo "con los jefes de
Estado de África Central que tienen a soldados desplegados en la
República Centroafricana", al parecer previendo una acción conjunta de
los gobiernos de la región que los eliminara.
No obstante, esa
coalición no es un ente benéfico, lo cual ilustraron los sucesos de
Dekoa, a 200 kilómetros al norte de Bangui, capital de República
Centroafricana, donde dieron fuego a 200 casas y tras esos incendios
unos 500 pobladores debieron huir y refugiarse en difíciles condiciones
en la parroquia del lugar. Tampoco es una organización homogénea, pues
se dieron hechos de discrepancias por acciones que no contaron con el
respaldo directo de toda la formación como los relacionados con el trato
a la población de confesión islámica.
"Han surgido informes de
abusos a los derechos humanos, que incluyen matanzas, violaciones y
saqueos. Los habitantes de algunos barrios de Bangui ya expresaron su
temor a represalias por apoyar a Bozizé", apuntó Tendai Marima en el
sitio web de asuntos africanos GuinGuinbali.com.
El politólogo
alemán Andreas Mehler opina que el cambio a la cabeza del Estado puede
señalar el comienzo de un régimen autoritario, y la imposición de una
política menos inclusiva "se considera que por lo menos algunos
componentes rebeldes tienen ese tipo de agenda".
Todo comenzó "ayer"
El
10 de diciembre pasado la guerrilla ocupó las ciudades norteñas de
Ndele, Sam Ouandja y Ouadda, y luego fue hacia el centro del país, donde
conquistó otros lugares sin hallar resistencia: Bria, Bambari, Grimari,
Kabo, Kaga-Bandoro, Dekoa, Sibut, pero cuando llegó a Damara, a 75
kilómetros de Bangui, fue el preámbulo del fin.
La contienda
entre la alianza y el gobierno se decidió en horas, luego de fracasar el
establecimiento de la autoridad de un gabinete de "unidad nacional",
prácticamente invalidado apenas concebido y en el cual jefes insurgentes
poseían carteras.
Esta parte de la historia sucede a la de 2007, cuando hubo otro pacto para la distensión entre insurgentes y el gobierno.
El 11 de enero guerrilleros, la oposición política y el gobierno
firmaron un acuerdo de paz en Libreville, la capital de Gabón, que para
el auditorio africano tenía escasas probabilidades de éxito, ya que fue
redactado con premura y apenas con tiempo para que las partes en
conflicto negociaran.
Así el pasado 24 de febrero debió comenzar
la retirada de rebeldes hacia tres áreas de reagrupación en Ndele, Bria
y Bambari, donde se iniciarían el desarme y desmovilización bajo la
autoridad de la misión militar multinacional africana en la región
central del continente (Fomac), pero eso quedó en el anuncio.
Así el pacto alcanzado bajo auspicios de la comunidad internacional y
con la mediación de los mandatarios de la Comunidad Económica de los
Estados del África Central (CEAC), resultó para muchos un acto en
extremo aceptado por el presidente Bozize, lo cual argumentaría la
abulia política gubernamental para cumplirlo.
Por aquel entonces
Francois Bozizé emitió dos decretos, uno permitía liberar a los
prisioneros políticos y el otro al levantamiento del toque de queda, dos
demandas de los rebeldes, quienes estaban dispuestos a retomar las
armas, en caso de que tales solicitudes resultaran improcedentes a la
consideración del mandatario.
Según el documento presidencial,
"las personas presas, detenidas, condenadas a partir de 15 de marzo de
2012, hasta la fecha de ese decreto están libres. Esta medida se aplica a
los prisioneros políticos y de guerra mencionados en los acuerdos (de
paz) de Libreville".
Las demandas de los insurgentes no fueron
prioridades en el entendimiento, aunque admitieron la autoridad
representada por un primer ministro que contaba consenso, el opositor
Nicolas Tiangaye, quien desde su aceptación llamó a todas las partes a
un comportamiento tolerante dirigido a lograr la estabilidad.
Según los insurgentes -probablemente más de tres mil, incluyendo
exmilitares, alzados en armas en diciembre último en el norte del país-
el mandatario incumplía en cuanto a la liberación de presos políticos y
la salida de los 400 a 500 militares sudafricanos desplegados para
reforzar al ejército de República Centroafricana.
El 18 de
marzo, la coalición guerrillera se ubicó en Boali, a menos de 30
kilómetros de Bangui, la capital de República Centroafricana, desde
donde hizo presión a las tropas de Bozize, un pulseo que a la postre
mostró la incapacidad del ejército para detener una probable ofensiva
final.
"Nuestras tropas tomaron Boali, a menos de 50 kilómetros
de Bangui, y avanzan hacia la entrada de la ciudad, afirmó un vocero
rebelde identificado como Eric Massi.
El mando de Seleka llamó a
sus tropas y al ejército, principalmente en la urbe, a que se mantengan
el orden y la conducta correcta, que no se cometan abusos contra la
población, ni saqueo, robo, violación en caso de enfrentamientos. "Para
nosotros, lo más importante es que nuestras tropas sean disciplinadas",
agregó el vocero.
Ya hacía un día que la alianza tenía retenidos
a cinco ministros del Gobierno de Unidad, quienes fueron impedidas de
regresar a la capital tras participar en unas conversaciones de paz con
responsables de las Naciones Unidas, la Unión Africana y la Unión
Europea.
El mensaje que acompañó a la retención de los titulares
fue que "le damos a Bozizé y a los que le acompañan 72 horas para
cumplir nuestras demandas o retomaremos las hostilidades", dijo otro
portavoz de Seleka, el coronel Sylvain Bordas, tras la reunión con
autoridades internacionales celebradas en la localidad de Sibut.
Tras expirar el ultimátum dado al presidente para cumplir las demandas los guerrilleros avanzaron rápidamente hacia Bangui.
La última escala
Con una clara ventaja táctica, la coalición Seleka atacó una central
eléctrica con lo cual cortó el suministro de energía en la capital, el
próximo paso fue evadir los obstáculos para entrar en la ciudad por el
sector norte, pese a la presumible resistencia a la que se enfrentaría,
entre otras la de los soldados sudafricanos.
Pero las
condiciones operativas favorecían a las acciones irregulares de la
guerrilla y así los rebeldes pasaron de la periferia de la ciudad a su
corazón, con ataques a centros más simbólicos, representativos de la
institucionalidad, como el Palacio Presidencial, el Parlamento y la
radioemisora nacional.
Para los analistas políticos ese empeño
de destruir los símbolos de la gobernabilidad, y el desplazamiento del
presidente electo le dio carácter de golpe de Estado a esta etapa de la
rebelión en República Centroamericana, afectada por un evento bélico
como otros dos países de la francofonía en el continente: Mali y Congo
Democrático.
* Periodista de la Redacción Africa de Prensa Latina |
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