Por Adalys Pilar Mireles*
Pinar
del Río, Cuba (PL) Aunque la luna y los augurios del tiempo son una
suerte de brújula para los vegueros cubanos, los avances científicos
acompañan como talismanes al cultivo tabacalero, iniciado en tiempos
precolombinos.
Por eso resulta común que en los surcos converjan intuiciones,
sabiduría popular y novedosas tecnologías, probadas en centros
investigativos de la isla.
No es extraño en estos tiempos
escuchar hablar a los guajiros de las ventajas de la labranza cero o la
doble hilera, sin que por ello renuncien a la observación de las fases
lunares y a la interpretación de otros avisos climáticos o celestiales.
Estos procedimientos son igualmente aceptados aunque implican una
variación de las prácticas seguidas durante siglos por los cultivadores
de esta occidental provincia y otras regiones del país.
Sólo con
la aplicación de la doble hilera es posible incrementar hasta en el 26
por ciento el número de plantas dentro de una misma superficie, mientras
que el rendimiento crece en igual proporción; son provechos
indiscutibles, declaró a Prensa Latina el Doctor en Ciencias Nelson
Rodríguez.
De esta manera -añadió- ascienden los volúmenes
productivos sin necesidad de incorporar nuevas áreas a la campaña, ni
más labriegos para garantizar su cuidado.
Destinada a preservar
los suelos, la metodología de la labranza cero es fomentada también en
esta región, con premisas como la utilización de abonos orgánicos para
garantizar óptimos resultados sin remover la tierra, explicó el experto.
Al referirse a los canteros tecnificados precisó que es otra de las modalidades presentes en las zonas tabacaleras.
La condición principal es su ubicación en sitios próximos a las
plantaciones, y como ventaja adicional logran más de 10 mil posturas en
un espacio de 20 metros cuadrados, mientras que los tradicionales
aportan sólo tres mil, acotó.
En etapas anteriores llegaron a
ubicarse semilleros a más de 100 kilómetros de los productores para
explotar suelos vírgenes, recordó.
Rodríguez afirmó que esa
variante utiliza sustratos enriquecidos con materiales verdes o
ecológicos en parcelas permanentes, entre otros adelantos.
En
busca también de mayor eficiencia se generaliza en Pinar del Río y en
otras provincias la variedad Corojo 2006, con mayor número de hojas en
comparación con otros tipos sembrados en Cuba, y una resistencia
superior a enfermedades como la pata prieta.
Su creador, Vivaldo
García, mereció este año la orden Carlos J. Finlay que otorga el
gobierno cubano a personalidades cuyos aportes se consideran relevantes
para el desarrollo de las ciencias en el país.
La obtención de
variedades de tabaco negro y burley resistentes a plagas y enfermedades,
sobresale además como logro del estudioso.
Distante 140
kilómetros de La Habana, Pinar del Río tributa el 70 por ciento de la
producción nacional tabacalera y la mayoría de las capas usadas para
vestir los famosos Habanos.
Abundantes y excelentes cosechas
resultan aquí de la aplicación de adelantos científicos y de la
experiencia de los agricultores.
La fama de los sembrados de
esta provincia, con peso fundamental en el torcido de exportación, es
defendida con orgullo por familias de campesinos atados a sus raíces.
Al sol o bajo finas mantas, siembran la planta, tradición fomentada por
inmigrantes canarios e iniciada por los aborígenes en época aún sin
precisar.
Atestiguan historiadores que los nativos, además de
quemar las hojas secas para aspirar el humo y sentir placer, las
utilizaban con fines curativos y religiosos.
Juan Cristóbal
Nápoles Fajardo, destacado poeta y repentista, reverenció con su décima
Hatuey y Guarina al compañero del hombre primitivo.
"Con un
cocuyo en la mano y un gran tabaco en la boca, un indio desde una roca
miraba al cielo cubano", reza un fragmento de su conocida obra.
Los europeos aprendieron de los indígenas a fumarlo y a principios del siglo XVII ya se usaba en ese continente.
Consuelo para meditabundos y deleite de soñadores, así lo definen
escritores y apasionados a los cigarrillos, hechos a mano en las
fábricas de la isla.
Los vegueros de Vueltabajo iniciaron este
mes las siembras masivas, etapa crucial de la campaña 2012, la cual se
extenderá hasta el venidero año.
Esas faenas se generalizan en
todos los sitios dedicados al cultivo, hasta llegar a las 14 mil 600
hectáreas plantadas, cifra similar a la de contiendas precedentes.
Unos 10 mil productores laborarán en los plantíos hasta finales de diciembre.
La prioridad de los labriegos es incrementar los rendimientos y
preservar la calidad de las hojas, explicó a Prensa Latina Enrique Cruz,
director de este sector en la provincia más occidental.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia cubana de Pinar del Río. |
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