28 de diciembre de 2016

El Parlamento sin el diputado Fidel

El Parlamento sin el diputado Fidel. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate
Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Es la primera vez, después de 40 años, en que sabemos con
certeza que Fidel Castro no llegará a los encuentros del
Parlamento cubano. Sin embargo, ha permanecido su silla vacía
junto a la de Raúl este martes en la Asamblea Nacional del
Poder Popular, cuya última sesión del año abre con un video
en el que se recuerdan algunas de las intervenciones del
Comandante en Jefe desde que se instituyera este órgano de
 gobierno en 1976.
“Mi destino no era venir al mundo para descansar al final de la
vida”, dice un Fidel de pie en el podio del Palacio de las
Convenciones, pero en imágenes de hace más de una década.
Cuando el plano de la cámara se abre y refleja como en un
espejo las mesas parlamentarias, las estructuras metálicas y las
grandes luces de este lugar, la sensación de vacío es casi opresiva
El Presidente del Parlamento, Esteban Lazo, renuncia al clásico
minuto de silencio en honor del fallecido y propone que, en su
lugar, cada uno de los presentes medite y haga suyo el concepto
de Revolución, testamento político del Comandante y la mejor
manera de no dejarlo morir.
Incluso cuando esto ocurre y la Asamblea presenta los
resultados de la economía en el 2016 y el presupuesto para el
2017, la frase con la que cierra el video sigue pesando en esta
sala. Nada está más lejos de Fidel que el retiro para cosechar
pompas y, menos, las funerarias. La sesión del día
cumplirá el deseo póstumo de que no se instituyan ni retrato
oficial, ni estatua, ni sello, ni moneda, ni calle, ni edificio, ni
monumento con su nombre o su figura, ni medalla, ni trofeos.
Raúl reitera lo que dijo en la Plaza de la Revolución “Mayor
General Antonio Maceo Grajales”, de Santiago Cuba: Fidel
rechazó en vida esa práctica y para asegurar que esta no se
destape en su ausencia, la legislación que se aprueba hoy
institucionaliza las convicciones y la coherencia del líder
revolucionario.
La razón está a la vista. Él despreciaba el “culto a la
personalidad” que congela el pasado, burocratiza la memoria
y activa el dogma. Quien haya vivido en Cuba sabe que no
se puede congelar una idea de lo que es Fidel -al punto de
que la consigna más escuchada en estos días de duelo, “Yo
soy Fidel”, ha dotado de millones de rostros singulares a su
nombre-, como tampoco es posible congelar la memoria de
la Revolución cubana. Además del desinterés personal y la
ausencia de todo cálculo egoísta en la trayectoria de su
existencia, lo que esta decisión subraya es la necesidad de
traducir en actos concretos los ideales más atrevidos del
Comandante en Jefe, que están por cumplirse a plenitud.
Tal como están las cosas en el mundo, los valores e ideas
que él postuló y defendió son necesarios para que la vida
pueda ser vivible, para que la sociedad pueda ser realmente
humana. Su destino no es el descanso ni la paz de los sepulcros.
Vino al mundo para no descansar al final de su vida y, mucho
menos, en este comienzo de su sobrevida.

Tomado del Periodico Sierra Maestra

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