El asalto más espectacular contra el proceso democrático en Estados Unidos es el del gran dinero. No es nada nuevo que don dinero tenga más influencia que ciudadanos en las elecciones, pero es tan descarado el intento de comprar las elecciones presidenciales y legislativas federales este año que pocos se acuerdan de algo parecido. No hay duda de que serán las elecciones más caras de la historia del país (o tal vez de cualquier país) y que se parecen cada vez más a un espectáculo llamado democracia, en el que los multimillonarios son los que determinarán el futuro y los que controlan el guión donde los millones de ciudadanos que están convocados sólo participan como actores secundarios.
La pregunta que circula es si unos cuantos mega ricos lograrán comprar esta elección. Esta elección federal será la primera en que se juega bajo reglas mucho menos estrictas sobre financiamiento de campañas políticas, resultado de un fallo de la Suprema Corte de 2010, que permitió la invención de un mecanismo –conocido como el súper PAC (comité de acción política)– a través del cual los ricos, empresas o agrupaciones pueden invertir montos sin límite para fines electorales, siempre y cuando operen de manera independiente de las campañas oficiales, todo bajo la justificación de la libertad de expresión.
Según cifras del Centro para la Integridad Pública (Center for Public Integrity), 80 por ciento de los fondos recaudados por los PAC provienen de sólo 100 donantes (3.7 por ciento del total). Peor aún, los 46 donantes más grandes han dado hasta la fecha 112 millones de dólares en este ciclo a los PAC (todos con una donación mínima de más de 500 mil dólares). Este club selecto está conformado en gran parte por mega ricos, casi todos hombres blancos y magnates, sobre todo del sector financiero, energético o de hoteles y casinos, y la mayoría de sus contribuciones han sido invertidas en PAC conservadores. Estos son los que, por supuesto, están invirtiendo para favorecer al candidato republicano Mitt Romney, pero también, aunque menos, a Barack Obama.
Vale subrayar que algunos de estos grandes donantes, individuos, empresas o grupos son bipartidistas. Por ejemplo, los ejecutivos de JP Morgan dieron millones tanto a Obama como a su contrincante John McCain en la elección de 2008, y siguen haciendo lo mismo ahora, tanto con presidentes como con legisladores. Los legisladores del Comité Bancario del Senado han recibido un total de 13 millones de dólares en donaciones electorales del sector financiero en los años pasados, y su presidente, un demócrata, está entre los mas beneficiados por JP Morgan.
Ellos son representantes del público en asuntos del sector financiero, pero es dudoso (poco) cuáles intereses representan. De hecho, estos políticos han pagado la generosidad de los ricos en este caso con la desregulación del sector financiero, la cual llevó a la crisis actual. Los más inteligentes entre los ricos apuestan a ambos caballos para salir ganando sin importar cuál candidato triunfe en las urnas. De hecho, casi siempre los candidatos han tenido que ser aprobados por los ricos aun antes de una elección.
El historiador Thomas Frank, entrevistado por el gran periodista Bill Moyers, afirmó que la conexión entre la riqueza privada y el poder público y la fuerza de gobierno nunca ha estado más clara. Señaló que se requieren millones para competir para el Senado o la Cámara, y cuando éstos son los precios para ocupar un puesto electoral, los multimillonarios son quién deciden quiénes podrán ganar y quienes no. Las opciones ya se han determinado para nosotros, antes de cualquier elección… ellos han escogido los dos candidatos que han ganado las primarias del dinero, y son los dos entre los cuales los demás podemos seleccionar.
Paul Ryan, del Centro Legal de Campañas (Campaign Legal Center), comentó a CNN Money que las elecciones estadunidenses son financiadas por un abanico muy reducido de intereses especiales, y eso tiene el efecto de hacer que nuestra democracia se vea mucho más como una plutocracia.
El historiador Thomas Frank escribió hace poco en Harper’s Magazine qué es un mundo de los ricos. A lo largo de las décadas pasadas, el poder del dinero concentrado ha subvertido las profesiones, destruido a los pequeños inversionistas, destruido el Estado regulatorio, corrompido en masa a los legisladores y llevado repetidamente a la economía por un exprimidor. Ahora (el dinero concentrado) ha venido por nuestra democracia misma.
Mientras tanto, hay por lo menos tres diferentes intentos impulsados por Rick Scott, gobernador, y sus aliados conservadores en Florida que, bajo el pretexto de combatir el fraude potencial en las urnas (por ejemplo por inmigrantes, siempre los sospechosos), tienen el propósito explícito de suprimir el voto de comunidades afroestadunidenses, latinas (con la excepción de la comunidad cubana) y otras que se oponen a los republicanos. El fraude es tan mínimo –0.0004 por ciento– que es obvia la jugada: hacer menos efectivo el sufragio de miles.
Observar todo esto aquí mientras llegan noticias de la furia y festejo de movimientos por la democracia en tantos países (con todas sus distorsiones particulares, derrotas, brotes de violencia, etc.) ofrece un contraste y una condena del proceso estadounidense.
Pero eso no parece avergonzar lo suficiente al gobierno estadunidense, el cual continúa pronunciándose como el ejemplo democrático a seguir por todo el mundo. En Estados Unidos el regalo de Atenas se convierte en una tragedia griega.
(Tomado de La Jornada, México)
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