El 15 de abril de 1961, aviones mercenarios bombardearon Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba con el propósito de liquidar las escasas naves de combate de la Isla, sembrar el terror y de ese modo abrir las puertas a los mercenarios que venían para restaurar sus fueros y privilegios. Sin embargo, todos sus estudios y sus cálculos fallaron.
Al día siguiente, Fidel había llamado a defender las conquistas de la recién nacida Revolución no solo con los brazos, sino también con los corazones y durante el sepelio de los soldados y milicianos caídos por los arteros ataques, desde la tribuna levantada en 12 y 23 en el Vedado, afirmaría: “Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de los Estados Unidos!… Esa Revolución no la defendemos con mercenarios, esa Revolución la defendemos con los hombres y las mujeres del pueblo”.
Cincuenta años después, la independencia de la nación cubana y su construcción socialista siguen siendo espinas atravesadas en la garganta del gobierno de los Estados Unidos. Tanto, que Obama y su homólogo de Canadá, Stephen Harper, han sepultado la posibilidad de una declaración final en la Cumbre de Cartagena, tras vetar la propuesta de que Cuba participe en ese tipo de foros. “Daremos la bienvenida a una Cuba libre”- dijo Obama al explicar su decisión, viniendo a confirmar lo que ya se sabía: no hay cambios en la política de la administración hacia la Isla, a pesar de tanto culto al término “change” rendido por Obama en sus promesas electorales.
No se sabe si como una práctica discursiva o una táctica política, cuando se trata de Cuba Obama elude hablar del pasado. El recurso del “yo no había nacido” le resulta salvador frente a cualquier contexto donde deba retrotraerse a los tiempos de la Guerra Fría. Probablemente sea más fácil para el líder de la Casa Blanca entender a Cuba según los estereotipos repetidos por la ultraderecha de Miami, que vencer las trampas tendidas por su propia ignorancia.
Pero tal vez no le quede otro remedio que recurrir a la Historia, si quiere comprender en profundidad qué ha pasado en Cartagena y por qué Estados Unidos ha quedado absolutamente aislado. A diferencia de la América Latina que se complotaba con el Norte para expulsar a Cuba de la OEA hace cinco décadas, la VI Cumbre de las Américas ha marcado un punto de rebelión que, probablemente, ya no tiene marcha atrás. Ha sido unánime el levantamiento para exigir la presencia de Cuba y condenar el bloqueo norteamericano contra la Isla.
En sus previsiones, quizá Washington no contó con que los discursos en defensa de Cuba fueran tan encendidos, aún desde las más disímiles posiciones ideológicas: desde Juan Manuel Santos, quien calificó el bloqueo como anacrónico y expresó que otro foro hemisférico sin Cuba sería inaceptable, hasta el propio Presidente de Bolivia o el canciller de Venezuela, Nicolás Maduro.
“Los 32 países del continente condenamos el bloqueo criminal de EE.UU. contra Cuba (… ) No se trata de un tema del pasado”, aseguró Maduro.
Si Girón trascendió como la primera gran derrota del Imperialismo en América, la Cumbre de Cartagena, en cierto sentido, ha vuelto a repetir la Historia cincuenta años después. En lugar de Washington imponerle agendas al continente, ahora es Latinoamérica quien marca la pauta a Estados Unidos y deja a Obama preocupado por la relación con un vecino que se le está yendo de las manos.
Entretanto, el pueblo cubano ha encontrado estos días en las declaraciones de los líderes latinoamericanos un premio a su resistencia. Silvio Rodríguez inmortalizó la frase “Nadie se va a morir menos ahora” en homenaje a la lucha de los cubanos contra los invasores de Girón, tal vez sin imaginar que la Historia le daría una y otra vez la razón. El protagonismo de Cuba en los escenarios internacionales, su integración cada vez mayor al espacio geográfico natural al que pertenece, el respeto que le confieren personalidades políticas y pueblos de todas partes, son evidencias indiscutibles de que la Isla, socialista y con Revolución, está más que nunca llena de vida.
(Con información de Granma)
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