Nueva Delhi, 8 mar (PL) Millones de indios dieron hoy la bienvenida a la primavera con el Holi, una inmemorial celebración durante la cual se lanzan agua y polvos de colores sin reparar en edad, sexo, clase, casta u origen.
Según la tradición, la festividad sirve para espantar los demonios y las malignas intenciones, e invocar el bien, la alegría, el bienestar y la salud, pero sobre todo, para compartir en comunidad.
Así, la jornada propició las reuniones familiares y entre vecinos y amigos, quienes intercambiaron dulces, platos típicos, un vaso de cerveza y hasta un trago de bhang, una bebida a base de hojas maceradas de marihuana a la que se le agregan almendras, especias, leche y azúcar.
Convites aparte, el Holi es sobre todo una guerra de colores: hasta las personas más serias se visten de desenfado este día y, armados con una pistola de agua o una bolsa con polvos en colores, rociarán a un vecino al que al día siguiente, tal vez, solo saludarán con un gesto adusto.
Los chicos, por su parte, lo toman de excusa para permitirse con los adultos ciertas libertades impensadas en cualquier otra fecha.
Como cabe esperar, la gente sale a la calle o los espacios públicos con ropas que pueden permitirse el lujo de tirar al final de la jornada, pues los coloridos polvos -según la creencia popular aportan energía y alegría- se cuelan entre hilo e hilo sin que de allí pueda desalojarlos ni el lavado más minucioso.
Probablemente nunca como en este día los indios vistan peor, pero con toda seguridad, tampoco en otro fecha se divertirán más.
Una única limitación: las autoridades sanitarias y grupos ambientalistas pidieron a los festejantes utilizar polvos orgánicos elaborados a base de plantas para evitar los daños y quemaduras que pudieran provocar los productos químicos. Por lo demás, todo vale en esta cordial guerra de colores.
La festividad, una de más lucidas y masivas del calendario hindú, está asociada al culto a Krishna, primer dios al que las castas bajas pudieron rezar porque nació en una familia de la casta lechera.
De acuerdo con la mitología, el rey de los demonios, Kashipú, se autoproclamó dios pese a la oposición de su hijo Prahlab, inconmovible devoto de Krishna.
El monarca intentó matarlo de mil maneras, pero viendo que nada resultaba, le pidió ayuda a su hermana, la malvada bruja Holika.
Valiéndose de una estola a prueba de fuego, la maga consiguió atar a Prahlab a una pira, pero el joven invocó una vez más a Krishna y una ráfaga de viento hizo volar la estola hasta la pérfida mujer, que murió entre las llamas.
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