Por el periódico “Sovietskaia Rossia”
A propósito de la emisión en la TV rusa del documental “URSS, el naufragio”
En la segunda quincena de diciembre en un canal de televisión ruso transmitieron un documental, un proyecto de Dmitri Kiselev llamado “URSS, el naufragio”. En los años 90 el nuevo gobierno nos prometía la abundancia. La recibimos en su totalidad. Me gustaría dar las gracias al autor de la película, por recordarnos que una vez fuimos personas que vivían en un país grande, donde nadie se señalaba con el dedo, tú eres ruso, pero tú no eres ruso. Todos teníamos suficiente sol y pan, todos éramos soviéticos.
La nostalgia por la Unión Soviética no la sienten aquellos, a quienes les dio tiempo robar en la llamada perestroika y se bronceaban en las Islas Canarias y en Courchevel, e incluso es probable que no vivan en paz. Hoy en día están en las Islas Canarias, y en el futuro tal vez en la litera. Nos íbamos tranquilos a la cama y tranquilamente nos despertábamos por la mañana, sabiendo que el día de mañana habrá trabajo, que el día 10 del mes recibiremos la paga y el 25, un anticipo.
No tuve que pagar por la escuela y la universidad, pero recibíamos una buena educación, con la cual podríamos encontrar fácilmente trabajo en el extranjero. Nos curaban de forma gratuita. En julio de 2010, murió de cáncer, mi prima. Era pensionista, no pudo encontrar 30.000 rublos para una operación, y ni siquiera daban garantía alguna. Estuvo acostada varios meses. Las dolorosas inyecciones también las tuvo que pagar. ¡He aquí los encantos del rico capitalismo!
Antes de la caída de la URSS no nos asustaban con historias terribles en la radio y la televisión. Nosotros con alegría escuchábamos noticias de que en algún lugar introdujeron una nueva fábrica, alguien voló al espacio de nuevo. Hoy en día la crónica del día es: en algún lugar una casa incendiada para la tercera edad, en otro lugar un edificio se derrumbó, en otro un investigador fue asesinado, en otro un diputado… Vivimos detrás de puertas de hierro, temiendo a los vecinos. La moral se hundió por los suelos. El robo y el fraude se han convertido en un negocio. Los ladrones están en el poder. El asesinato ya no sorprende a nadie, se ha convertido en la norma de la vida.
En los años 90 el nuevo gobierno nos prometía abundancia, criticando al gobierno soviético por las estanterías vacías. Recibimos abundancia en totalidad. La salchicha costaba en los años 80, 1 rublo con 40 céntimos, eran de té y carne; ahora la salchicha es de pudín de soya y papel higiénico y cuesta 200 rublos por kg. y está en las estanterías no porque ahora se hayan convertido en abundantes, sino debido a que muchos no tienen con qué comprarla. Los centavos ganados en el trabajo tampoco los dan a tiempo. Los retrasos en el salario de varios meses también se han convertido en norma.
En los años 80 todos los trabajadores podían permitirse unas vacaciones para descansar en un viaje por la Unión, y, a veces completamente gratis. Ahora muy pocas personas van de viaje de vacaciones. El valor de la película reside también en que una vez más, vimos los rostros de aquellos que sin límite de sus propios intereses egoístas y por ambiciones, traicionaron nuestro país. Los vieron aquellos que nacieron en los años 90, y no los conocían.
Fue triste y doloroso ver cómo la bandera soviética, la bandera, que era el emblema de los constructores, de aquellos que cultivaban el grano, era la de los creadores. Dolorosamente grabado en el alma de las palabras del presentador Kiseliov. Pero en sus palabras el acrónimo de la URSS suena como el desafío soviético, inspira optimismo y esperanza. Tarde o temprano, la Unión Soviética volverá de nuevo. La historia a veces regresa nuevamente. En Francia, después de la victoria de la revolución burguesa fue la restauración de los Borbones. Pero fue sólo temporal. El actual régimen depredador en Rusia no durará mucho tiempo, caerá de todas las maneras. Un sistema justo debe regresar.
(Tomadao de Cubadebate)
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