3 de enero de 2012

Messi sigue superándose cada año

Lionel MessiAndrea de Benedetti, periodista italiano al que Leo Messi concedió en abril unos minutos para la revista GQ, acabó la conversación, largamente esperada, especialmente preparada, con una frustrante confesión: “Entrevistar hoy al mejor jugador del mundo supone para un reportero lo mismo que para un defensor marcarle en la cancha; al final no sabes en qué has fallado”.

El magazine de L’Équipe publicaba al mes siguiente un reportaje sobre seis zagueros “crucificados” por La Pulga. Messi m’a tuer [Messi me ha matado] se titulaba un texto en el que los jugadores expresaban su impotencia para detener al delantero del Barça. No tenían palabras para definir su desasosiego y admiración.

Wayne Rooney, el mismo futbolista del Manchester United que se había levantado del sillón de su casa para aplaudir el 5-0 que el Barça le endosó al Madrid en la Liga, se rindió. Esta vez con su equipo, tras perder la final de la Champions en Wembley: “He visto el partido otra vez y son increíbles. Los azulgrana son, de lejos, los mejores. Quisimos entrar en el encuentro y no pudimos. No supimos cómo atacarles ni cómo combatir al mejor futbolista de todos los tiempos: Messi”.

La Pulga solo se expresa a partir del balón, de manera que es mejor recrearse con sus actuaciones en el campo que aguardar sus discursos en la entrega de los premios que se le otorgan, tanto da si es en Italia, Francia o Inglaterra. Argentina, mientras, sigue confundida, porque los hinchas le quieren como un caudillo y después de cada derrota le toman por un apátrida. No extraña que hayan empezado la reconquista por su ciudad natal de Rosario con la declaración de ciudadano ilustre.

La vida de Messi es previsible y aburrida, obsesionado en dormir cuando no juega, una vez que ni la playa ni las series le distraen, circunstancia que explicaría también su regularidad en la cancha. O al menos así lo sostiene el periodista Leo Faccio, uno de los que más ha seguido el rastro del jugador, tan talentoso como tozudo. Al respecto es ilustrativo un artículo de Ramon Solsona publicado en La Vanguardia en el que recordaba el estreno goleador de Messi en un encuentro ante el Albacete, en mayo de 2005, en el Camp Nou. La Pulga marcó un tanto de vaselina después de un pase de cuchara de Ronaldinho cuando estaba a punto de cumplirse el tiempo reglamentario. El árbitro, sin embargo, anuló el gol. La respuesta de La Pulga fue repetir la acción un minuto después para certificar el triunfo del Barça.

“La grandeza de Leo es que nunca juega un mal partido”, sintetiza Johan Cruyff. “Lo normal es que se acerque al 9, pero nunca baja del 7″. Messi y el Barça progresan por igual, mejoran su juego cada año, independientemente del número de trofeos conquistados. Los azulgrana han ganado cinco de los seis títulos en disputa en 2011, uno menos que en 2009, después de perder la final de Copa del Rey contra el Madrid, derrota que provoco el llanto de Messi en el vestuario del Barça.

La Pulga se superó, y los galardones que recibe, su condición de favorito para ganar por tercera vez consecutiva el Balón de Oro el próximo lunes, los 55 goles que ha marcado en 57 partidos -el equipo totaliza el récord en un año de 170- acreditan su consagración como número uno. La Pulga encuentra con mayor facilidad la portería desde que Guardiola le situó como falso nueve, rodeado de Xavi, Cesc e Iniesta, un puesto que ni pintado para un futbolista que descifra el juego sin necesidad de consignas tácticas ni correcciones sino a partir de su instinto. El gol que le marcó a Almunia ante el Arsenal, su actuación en el Bernabéu en la semifinal de la Champions o sus exhibiciones en Wembley y Japón subrayan su jerarquía individual e importancia en el colectivo. Messi es el mejor, y como tal le trata el técnico y el equipo. Xavi reconoce que no puede estar más de cinco minutos sin pasarle la pelota. Los compañeros le buscan en la cancha y buscan su complicidad en el vestuario. Hay pocos que le diviertan más que Pinto y ha caído en gracia a Alexis. “El único que se ríe de mis chistes es Leo”, dice el extremo. “Valdés, en cambio, chilla: ¡Chileno! Hablas tan rápido que no te entiendo”. Messi es un niño, imposible comprenderle desde el punto de vista de un adulto, cada vez más admirado en todos los sitios, incontestable.

Benedetti todavía se ruboriza cuando recuerda que Messi le contó que lo más sorprendente que se encontró a su llegada a Barcelona es que “el mar era de color gris y no azul como creía”.

(Tomado de El País)

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